El jinete de bronce

Ciudad mágica

Jinete de Bronce, por Vasili I. Súrikov.

El Jinete de Bronce, por Vasili I. Súrikov.

Al viajero con el corazón propicio, San Petersburgo le parecerá una de las ciudades más mágicas de Europa.  Su propia historia, sus condiciones geográficas, su tradición literaria contribuyen a ese halo enigmático.

El autor de Petersburgo (1913-14), Andréi Biely, atribuye a las calles de Petersburgo «una propiedad indiscutible: transforman en sombras a los transeúntes. Por el contrario, las calles de Petersburgo transforman las sombras en personas» (Bonilla, 2003). Esta «Venecia del Norte», con más de 80 canales, alberga en sus numerosas casas-museo la memoria de grandes escritores que la habitaron: Pushkin, Gogol, Dostoievsky, Lermontov, Biely, Mandelstam, Ajmatova, Babel, Blok, Nabokov, Brodsky.

El padre de la literatura rusa, Pushkin, cinceló en verso toda una declaración de amor a la ciudad de las “noches blancas” (fenómeno, propio de la zona, por el que alrededor del solsticio de verano la noche permanece iluminada):

“[amo] el transparente ocaso de tus noches,
cuyo fulgor sin luna me embelesa
cuando estoy en mi cámara escribiendo
y leyendo sin lámpara” (“Prólogo”, El jinete de bronce).

De pocas ciudades se puede recordar con tanta nitidez su origen. El de San Petersburgo es el resultado del sueño de un emperador: el zar Pedro el Grande decidió crear una ciudad que fuese la ventana de Rusia a Europa. Una utopía que pretendía abrir un espacio al racionalismo ilustrado en un extremo pantanoso de la Rusia feudal.

San Petersburgo se convirtió en la punta de lanza de la modernidad europeizante rusa. Pero la naturaleza volvió a proclamar su poder en ese espacio artificialmente creado. Las mayores crecidas del Neva sucedieron en 1824, 1924, 1777, 1955 y 1975 (las tres primeras con gran número de muertos). «La ciudad de Pedro no fue el triunfo de la razón sobre los elementos sino un crimen contra la naturaleza ‘y el agua recuperará lo que es suyo’, reza el mito» (Martínez, 2010).

Pushkin vivió el 7 de noviembre de 1824 (el día de la inundación que asoló la ciudad) desde su destierro en la finca de su padre, Mijáilovskoye. Pero se documentó, según su propio testimonio, en la prensa de la época y en monografías como la de V. N. Berkh, Estudio histórico detallado de todas las inundaciones acaecidas en San Petersburgo (1832).

Pushkin en Mijáilovskoye, por Nikolai Gue.

Pushkin en Mijáilovskoye, por Nikolai Gue.

Avatares de un manuscrito

En 1826 el propio zar Nicolás I decidió ser el censor personal de Pushkin. Aunque el zar delegó esta tarea en el conde Benckendorff (responsable de la policía secreta), en el caso de El jinete de bronce, Pushkin lo hizo llegar directamente al zar. Las numerosas correcciones del zar hicieron que en vida del poeta solo se publicara la primera de las tres partes del poema.

A la muerte de Pushkin, el manuscrito pasó a manos de su amigo y gran protector de los escritores de la época Zhukovski, que lo publicó en 1841, pero en la versión censurada por el zar. Hubo que esperar hasta 1978 para que el texto se publicara en versión fiel a la creación del autor, libre de las enmiendas de la censura.

Poema narrativo

El jinete o caballero de bronce (Медный всадник) es el nombre con el que se conoce a la estatua erigida en 1782 en honor de Pedro I en San Petersburgo.

Pushkin creó un poema narrativo con ese título en el que cuenta la inundación de la ciudad y la desesperación de un funcionario humilde, Eugenio, que pierde a su amada en el desastre. Eugenio se acerca a la estatua de Pedro el Grande para imprecarle por construir una ciudad en terrenos poco seguros. La voz poética sigue narrando cómo Eugenio se siente perseguido por el enorme jinete de bronce.

Esta obra se ubica en el contexto de los poemas narrativos característicos del Romanticismo, como el Childe Harold  (1812-18) de Lord Byron, que se popularizó en toda Europa, o El estudiante de Salamanca (1840) del español José Espronceda.

En este tipo de narraciones en verso, el protagonista suele ser un individuo al margen de la sociedad que sufre un destino trágico. En el caso de El jinete de bronce, la inundación ha vaciado el sentido de su vida.

Pobre, desventurado Eugenio mío…
contra tantas horribles impresiones
no puede más su mente perturbada
ni cesa en sus oídos el estruendo
atronador del Neva y la ventisca.
Lleno de ideas negras, callejea,
callado, obsesionado por un sueño.
Pasaron las semanas y los meses
sin que volviera a casa. Su tabuco,
al vencer el contrato, la patrona
se lo alquiló a un poeta sin dinero.
Eugenio no volvió a coger sus cosas.
Ya todo le es ajeno. Todo el día
vaga sin rumbo y duerme junto al muelle
y se nutre del pan que le regalan.
La ropa de tan vieja se le pudre,
los golfos tiran piedras a su paso.
A menudo la fusta de un cochero
le sacude por ir por la calzada
(¡ya no sabe ni adónde se dirige!)
pues parece que ya nada le importa.
Le envuelve el ruido de su interna angustia,
y así arrastra su vida de infortunio,
sin ser fiera ni hombre, ni viviente
ni fantasma… [Parte segunda]

Eugenio parece enloquecer, se siente perseguido por la estatua, y aparece muerto al final del poema.

Estructura

La misma ciudad de San Petersburgo muestra dos caras radicalmente opuestas: su rostro racional, armónico, dieciochesco y su rostro enigmático, al borde del peligro, poblado de las sombras que mencionaba Biely.

Plaza del Palacio (San Petersburgo)

Plaza del Palacio (San Petersburgo)

El poema presenta en sus tres partes esas dos caras:

  • Prólogo (oda que ensalza la figura de Pedro el grande y su creación de la ciudad de Petersburgo). Esta parte se puede encontrarse leída en ruso e ilustrada con abundantes imágenes en este vídeo.
  • Parte primera (la tarde oscura en la que Eugenio vive la crecida del Neva, reflexiona sobre su futuro con su amada y sufre el desastre).
  • Parte segunda (Eugenio recorre la desolación causada; llega a la estatua de El jinete de bronce, se dirige a ella y siente cómo le persigue por las calles de la ciudad).

Interpretación

Viñeta de El Jinete de Bronce de la versión de Juan Plata y César GalianoDesde su primera publicación, las interpretaciones de este poema han sido dispares.

El crítico Vissarion Belinsky señaló que El jinete de bronce personifica “la voluntad razonada”, “el triunfo de lo general sobre lo individual”. Otros vieron en el poema la crítica al zar y al sistema social que lo sostenía. Juan Eduardo Zúñiga recuerda los miles de campesinos llevados a trabajar a la fuerza en el proyecto del zar y los miles que murieron en tan adversas condiciones. Interpreta que «cuantos leyeron el poema comprendieron que ellos mismos eran aquel empleado al que la gran estatua y su ciudad oprimen despiadadamente» (Zúñiga, 2010: 54).

El autor de las ediciones en castellano de poemas de Pushkin en editorial Hiperión, el diplomático Eduardo Alonso Luengo, aventura una interpretación diferente: “Probablemente existe una alegoría de la fuerza de la revolución simbolizada por las aguas desbordadas (que ni la potencia mágica del autócrata puede refrenar), pero el que la sufre no es el propio zar, sino el hombre de la calle que lo pierde todo y enloquece de desesperación” (Alonso, 1997: 32).

Pero quizá sea Roman Jakobson quien dio con la clave de cómo interpretar este y otros textos de Pushkin.

“Todo lector atento queda boquiabierto ante la multitud de imágenes heterogéneas que habitan, en pie de igualdad, el mundo poético de Pushkin; gran número de objetos se interpretan; el mismo objeto es presentado bajo enfoques diferentes. La polisemia de una obra proviene necesariamente de la ausencia de jerarquía […] ni una sola imagen puede ser interpretada de manera concluyente a partir de un punto de vista único; cada interpretación abre el camino a otra, y ninguna puede ser aceptada como definitiva”. (Jakobson, 1997: 221).

Pushkin creó una inteligente obra de arte, que no se limita a una única interpretación, a una simple moraleja unívoca. En su texto se dibujan conflictos varios, que se entrecruzan y amplifican: el ser humano frente a la naturaleza, el individuo frente al poder, la fragilidad del deseo ante la fuerza destructora de la muerte, la razón frente a la locura, la vida frente al sueño, la cosmovisión romántica de espectros y desesperación frente a la mentalidad optimista ilustrada de la oda inicial…  El texto conserva el poder vivo de todo un clásico, que sigue teniendo cosas que decir a cada nuevo lector.

Juan Antonio Cardete

FUENTES

Alexandr Pushkin, El jinete de bronce, trad., introd. y notas de Eduardo Alonso Luengo. Madrid: Hiperión, 2001.

Estudios

Eduardo Alonso Luengo, “Estudio preliminar”, en Alekandr Pushkin, Antología lírica. Madrid: Hiperión, 1997, pp. 9-37.

Juan Bonilla. «San Petersburgo. La memoria y las sombras». Elmundo.es, febrero de 2003. http://www.elmundo.es/viajes/2003/16/1043154797.html

Roman Jákobson, “La poesía lírica de Pushkin”, en Alekandr Pushkin, Antología lírica. Madrid: Hiperión, 1997, pp. 215-224

José Llerena, «Destinos literarios. San Petersburgo. Álbum», Elmundo.es. http://www.elmundo.es/especiales/2003/07/sociedad/destinos_literarios/sanpetersburgo/album.html

Francisco Martínez, «Salvoconducto para un sueño: el mito de San Petersburgo», Rusia Hoy, 23 de noviembre de 2010. http://rusiahoy.com/articles/2010/11/23/el_mito_de_san_petersburgo04899.html

Juan Eduardo Zúñiga, Desde los bosques nevados. Memoria de escritores rusos. Barcelona: Galaxia Gutenberg, 2010.

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Una respuesta a El jinete de bronce

  1. yoli dijo:

    muchas gracias, me motivo con la lectura y me ayudó a comprender mejor la historia 🙂

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