Alexander Sergeiévich Pushkin [Александр Сергеевич Пушкин] (Moscú, 1799 – San Petersburgo, 1837) consiguió en sus 37 años de vida convertirse en el más influyente escritor ruso de todas las épocas.
“Pushkin es nuestro todo” sentenció el crítico Apolón Grigóriev; “la cima de la perfección artística”, según Dostoievski. Pero no es un escritor para escritores, sino el poeta de toda una nación.
«Meciéndonos en las cunas, nuestras mamás cantaban romances melodiosos con letra pushkiniana, y cuando empezamos a caminar, hablar y nuestras manos buscaban algo para palpar y estudiar, los padres nos pasaban las hermosas ediciones de los famosos cuentos de Pushkin que ni siquiera nos atrevíamos a romper. Para la edad de ir al colegio en el bagaje de nuestra memoria ya estaban radicadas varias poesías y aquellos mismos cuentos poéticos. En el colegio seguimos descubriendo el legado literario de Pushkin, de poesía pasamos a novelas prosaicas y piezas dramáticas para volver después, en plena adolescencia, a la poesía lírica que a través de más de un siglo y medio nos hacía soñar con amores apasionados» (Valpo, 2007).
Su significado con respecto a su patria no parece tener parangón en país alguno. Pushkin es celebrado por tres grandes razones (Briggs, 1983: 17):
- su obra poética de calidad no superada hoy en día;
- su recuperación del ruso como lengua literaria;
- y su fuerza espiritual que ha acompañado y acompaña a los rusos de toda edad y condición.
La magnitud de la figura de Pushkin no parece plenamente reconocida en otros países. En España, su recepción fue tardía y distorsionada:
«El caso es que la obra de Pushkin llegó a España sólo después de la muerte del autor y en traducciones tardías y muchas veces imperfectas, que falsean o simplifican su sentido original. No consiguió, pues, insertarse en el contexto histórico de la época, alejándose al mismo tiempo del contexto social y cultural de Rusia, un país por entoces casi desconocido para los españoles. Es un Pushkin fuera del tiempo, según la definición del académico ruso Mijail Alekséyev, gran conocedor de las interrelaciones literarias y culturales entre España y Rusia. Este Pushkin, por causa de una recepción errónea, fue definido como un poeta romántico sin raíces nacionales, según escribe en su famoso libro La revolución y la novela en Rusia (1887) la escritora española Emilia Pardo Bazán. Su prosa, considerada histórico-romántica y sentimental, pierde bastante, según la opinión de Pardo Bazán, en comparación con Walter Scott» (Obolenskaya, 1999).
El halo romántico y byroniano con el que Pushkin ha sido reiteradamente presentado en nuestra cultura ha escamoteado valores fundamentales:
- su humor y permanente espíritu de juego, la musicalidad de su lenguaje, su sensualidad –que no lo convierten en superficial, sino en sutil, complejo y paradójico– (Briggs, 1983: 19-20);
- su carácter innovador que aporta a la literatura europea el psicologismo de La dama de picas o la entrada en la ficción (El maestro de postas) de «los pequeños hombres», humillados seres insignificantes que veremos reaparecer con sello muy personal en Gógol y Dostoievski;
- su decisiva aportación al realismo literario;
- su estilo sobrio y radicalmente moderno en la prosa. «Precisión y brevedad: estas son las dos virtudes de la prosa», anota en el borrador de un artículo de 1822 (Wolff, 1971: 43).
Esta enfermedad incurable de escribir

Duelo de Oneguin y Lensky, por Iliá Repin (1899).
A esa obra de primera magnitud en el panorama de la literatura internacional se le suma una vida extraordinaria. El lector puede acercarse a ella con tino en esta semblanza del poeta mexicano José Emilio Pacheco. Vida que acabó con una muerte en duelo como si la realidad se alimentara de la ficción (una de sus obras cumbre, Eugenio Oneguin, se resuelve en un duelo).
Grande hasta el final, el poeta dejó, poco antes de su muerte, un estremecedor testimonio de su sentimiento del destino. Su Diario secreto (recientemente recuperado, publicado en España en 2011) revela, al borde de su fatídico desenlace, su ansia de goce sexual y su gemelo afán de escribir, seguro de llegar a generaciones futuras:
«Mi destino empieza a realizarse: desafié a duelo a D’Anthès. ¿Acaso no es la muerte violenta a manos de un hombre rubio que me predijo una alemana? Ya siento el poder del destino, que se está convirtiendo en realidad, sin tener la posibilidad de evitar esta amenaza, pues el deshonor es peor que la muerte. […]Mis contemporáneos no deben saber tanto de mí como les estoy permitiendo a las generaciones futuras. Tengo que cuidar el honor de N. y de mis hijos. Mas no puedo detenerme y debo confesar mi alma en el papel. Es esta enfermedad incurable de escribir.»(Diario secreto, 27-28).Juan Antonio Cardete
FUENTES
Alexander S. Pushkin, Antología lírica. Madrid: Hiperión, 1997.
–Borís Godunov. Madrid: Akal, 2012.
–Diario secreto 1836-1837. Madrid: Funambulista, 2011.
–Eugenio Oneguin. Madrid: Cátedra, 2005.
–El jinete de bronce. Madrid: Hiperión, 2001.
–Narraciones completas. Barcelona: Alba Editorial, 2003.
Estudios
Carmen Bravo-Villasante, «Pushkin en España», Cuadernos hispanoamericanos, Nº 468, 1989, pp. 119-120.
Anthony David Peach Briggs, Alexander Pushkin. A critical study. Totowa (New Jersey): Barnes & Noble Books, 1983.
Julian Henry Lowenfeld, «Pushkin, un ángel consolador que vela por los corazones rusos», Rusia Hoy, 9 de junio de 2012. http://rusiahoy.com/articles/2012/06/09/pushkin_un_angel_consolador_que_vela_por_los_corazones_rusos_17445.html
Yulia Obolenskaya, «Pushkin en la cultura española», 1999. http://hispanismo.cervantes.es/documentos/obol.pdf
José Emilio Pacheco, «Pushkin o el rayo que no cesa», Letras Libres, nº 7, julio 1999. http://www.letraslibres.com/revista/convivio/pushkin-o-el-rayo-que-no-cesa
Nadia Valpo, «Pushkin, nuestro todo», 2007. http://www.ruso.cl/es/2007/06/pushkin.html
Tatiana Wolff, Pushkin on literature, Londres: Methuen, 1971.