Esta semana me pasó algo que no sucede todos los días: una persona muy especial, Elena, me regaló una historia. Estaba impresa en tres hojas, por lo que, cuando comprobé que era rescatable en Internet, decidí regalarla a una clase.
Después de contar una anécdota impactante, animé a toda una clase a contar su propia historia. Expliqué que lanzaría la impresa (ahora convertida en bola del azar) en parábola. A quien cayese más cerca le tocaría contar su propia anécdota.
Después de algunos movimientos poco parabólicos, le llegó el turno a H.A. Lanzó la bola y… la historia se quedó atascada encima del videoproyector, que está anclado al techo. Como no era muy recomendable subir a rescatarla, dejamos la historia y su misterio en el lugar donde el azar quiso colocarla. El propio lanzador contó una versión de la anécdota de la historia no leída que acabó anidada en el techo de una clase.
Para no perder ese regalo, enlazo aquí el relato que ahora habita ese techo: https://elpais.com/diario/2008/05/03/babelia/1209771550_850215.html