Quijote universal

El 23 de abril se celebra el Día del Libro. En esa fecha (más bien, cerca de ella) se supone que murieron dos genios de la literatura universal, el español Miguel de Cervantes y el inglés William Shakespeare.

La vida de Cervantes es digna de una película. Academia Play ha creado un vídeo que sintetiza en unos tres minutos lo esencial. Compáralo con el de Draw my life en español, que amplía datos.

ACTIVIDAD 1
Estos lugares son clave en la vida de Cervantes. Después de ver los vídeos intenta recordar qué sucedió en ellos:

1547 Alcalá de Henares–1571 Lepanto–1575/80 Argel–1605 Valladolid–1616 Madrid.

ACTIVIDAD 2

En el vídeo de Academia Play hay algún dato que no parece correcto. Investiga en esta fuente para detectarlo.

Si no lo ves ahí, esta fuente fiable y más breve te puede ayudar a encontrarlo.

Obra universal

La obra de Cervantes mundialmente conocida es el Quijote. El portal del Instituto Cervantes nos permite ver casi medio centenar de ediciones con el texto traducido a otros idiomas, desde el latín hasta el islandés pasando por esa lengua inventada en el siglo XIX, el esperanto.

ACTIVIDAD 3
Usando lo que sabes y tu libro de texto, contesta. Argumenta por qué será tan admirado el Quijote en tantas épocas y en tantos países.

«El Quijote es la última y más sublime palabra del pensamiento humano». FIODOR DOSTOIEVSKI (Moscú 1821- San Petersburgo 1881)

«Repasando mentalmente el universo de la ficción, la única creación absolutamente original que puedo recordar es la de El Quijote«. SOMERSET MAUGHAM (París 1874- Niza 1965)

«El libro en que con más perfección están expresadas las grandezas y debilidades del corazón humano». BENITO PÉREZ GALDÓS (Las Palmas de Gran Canaria 1843- Madrid 1920)

«El dato más seguro para explicar la excepcional fortuna del Quijote es la fascinación que produce la figura del protagonista (con la silueta del autor al trasluz). Mirar a don Quijote, escuchar a don Quijote, tratar a don Quijote, seguir el hilo de sus pensamientos, prever sus reacciones o sorprenderse por ellas, constituyen un supremo placer, según testimonio unánime de las generaciones.»

FRANCISCO RICO, «Un prólogo al Quijote», en Miguel de Cervantes, Don Quijote de la Mancha, Barcelona, Penguin Random House, 2015.

El Quijote en su tiempo

El Centro Virtual Cervantes recoge ilustraciones que permiten entender mejor la época de Cervantes. Quizá desde su época podamos vislumbrar mejor la universalidad de esta obra. Este podría ser Alonso Quijano, el hidalgo manchego protagonista, vestido de diario a principios del siglo XVII.

Alonso Quijano es un hidalgo de los de «lanza en astillero», tal como dice el conocido principio de la novela.

«En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho tiempo que vivía un hidalgo de los de lanza en astillero, adarga antigua, rocín flaco y galgo corredor».

La lanza, la actuación aventurera, es un hecho del pasado. Una monótona vida rural ocupa los días. Esto es un astillero (perchero):

Pero ese hidalgo cercano a los cincuenta años cambia su vida radicalmente: decide hacerse caballero andante que sale en busca de aventuras. Y la clave de ese cambio vital es… la lectura, la ficción.

«los ratos que estaba ocioso —que eran los más del año—, se daba a leer libros de caballerías, con tanta afición y gusto, que olvidó casi de todo punto el ejercicio de la caza y aun la administración de su hacienda; y llegó a tanto su curiosidad y desatino en esto, que vendió muchas hanegas de tierra de sembradura para comprar libros de caballerías en que leer. […] En resolución, él se enfrascó tanto en su lectura, que se le pasaban las noches leyendo de claro en claro, y los días de turbio en turbio; y así, del poco dormir y del mucho leer, se le secó el cerebro de manera que vino a perder el juicio. Llenósele la fantasía de todo aquello que leía en los libros, así de encantamientos como de pendencias, batallas, desafíos, heridas, requiebros, amores, tormentas y disparates imposibles; y asentósele de tal modo en la imaginación que era verdad toda aquella máquina de aquellas soñadas invenciones que leía, que para él no había otra historia más cierta en el mundo». (Primera parte, capítulo I)

Alonso Quijano no solo empieza a tomar por verdaderas las fantasías de los libros de caballerías, sino que decide ser protagonista de ese mundo, saltar a vivir en el mundo de la ficción.

Pero como Cervantes tiene por intención declarada hacer una parodia de los libros de caballerías, los nobles propósitos del protagonista (socorrer a los débiles, defender la justicia) se ven retorcidos por el humor: el héroe se pone una armadura anacrónica, de su bisabuelo; cada aventura acaba desastrosamente. El propio nombre elegido, «Quijote», era el término que denominaba una parte de la armadura que cubría el muslo.

Armadura del siglo XVI según la edición del Quijote del Instituto Cervantes

Imágenes tomadas de Don Quijote, Apéndices e ilustraciones: https://cvc.cervantes.es/literatura/clasicos/quijote/indice.htm

Hasta entonces, los protagonistas de las narraciones estaban predeterminados: el pastor idealizado de la novela pastoril, el caballero que vence todos los obstáculos de los libros de caballerías, el pícaro condenado a ser antihéroe… El primer personaje de la literatura universal que se construye a sí mismo (y ante los ojos del lector) es don Quijote. Es por ello, un ejemplo de libertad (tan valorada por Cervantes, que pasó cinco años preso en Argel y que estuvo en al menos tres cárceles españolas).

Otro de los grandes aciertos de Cervantes es la creación de la pareja don Quijote-Sancho Panza, que convierte al diálogo en pieza clave de su obra. Como dice Martín de Riquer, el diálogo es «uno de los mayores encantos» del libro, «constante muestra de ingenio, buen humor, discretas razones y agudezas de toda suerte»[1]. El diálogo asegura una visión compleja y dinámica, no simplista y estática del mundo. De ahí que muchos críticos haya coincidido en la sensación de vida verdadera que emana este libro.


[1] Martín de Riquer, «Cervantes y el Quijote«, en Miguel de Cervantes. Don Quijote de la Mancha, ed. Francisco Rico, Madrid, Santillana, Real Academia Española y Asociación de Academias de la Lengua Española, 2004, págs. XLV-LXXV.

Lecturas

Este fragmento del capítulo primero recoge esa autoconstrucción del personaje.

«En efeto, rematado ya su juicio, vino a dar en el más extraño pensamiento que jamás dio loco en el mundo, y fue que le pareció convenible y necesario, así para el aumento de su honra como para el servicio de su república, hacerse caballero andante e irse por todo el mundo con sus armas y caballo a buscar las aventuras y a ejercitarse en todo aquello que él había leído que los caballeros andantes se ejercitaban, deshaciendo todo género de agravio y poniéndose en ocasiones y peligros donde, acabándolos, cobrase eterno nombre y fama.

Imaginábase el pobre ya coronado por el valor de su brazo, por lo menos del imperio de Trapisonda; y así, con estos tan agradables pensamientos, llevado del extraño gusto que en ellos sentía, se dio prisa a poner en efeto lo que deseaba. Y lo primero  que hizo fue limpiar unas armas que habían sido de sus bisabuelos, que, tomadas de orín y llenas de moho, luengos siglos había que estaban puestas y olvidadas en un rincón. Limpiolas y aderezolas lo mejor que pudo; pero vio que tenían una gran falta, y era que no tenían celada de encaje, sino morrión simple; mas a esto suplió su industria, porque de cartones hizo un modo de media celada que, encajada con el morrión, hacían una apariencia de celada entera. Es verdad que, para probar si era fuerte y podía estar al riesgo de una cuchillada, sacó su espada y le dio dos golpes, y con el primero y en un punto deshizo lo que había hecho en una semana; y no dejó de parecerle mal la facilidad con que la había hecho pedazos, y, por asegurarse deste peligro, la tornó a hacer de nuevo, poniéndole unas barras de hierro por dentro, de tal manera, que él quedó satisfecho de su fortaleza y, sin querer hacer nueva experiencia della, la tuvo por celada finísima de encaje.

Fue luego a ver su rocín, y aunque tenía más cuartos que un real y más tachas que el caballo de Gonela, que «tantum pellis et ossa fuit», le pareció que ni el Bucéfalo de Alejandro ni Babieca el del Cid con él se igualaban. Cuatro días se le pasaron en imaginar qué nombre le pondría; porque —según se decía él a sí mismo— no era razón que caballo de caballero tan famoso, y tan bueno él por sí, estuviese sin nombre conocido; y ansí procuraba acomodársele, de manera que declarase quién había sido antes que fuese de caballero andante y lo que era entonces; pues estaba muy puesto en razón que, mudando su señor estado, mudase él también el nombre, y le cobrase famoso y de estruendo, como convenía a la nueva orden y al nuevo ejercicio que ya profesaba; y así, después de muchos nombres que formó, borró y quitó, añadió, deshizo y tornó a hacer en su memoria e imaginación, al fin le vino a llamar «Rocinante», nombre, a su parecer, alto, sonoro y significativo de lo que había sido cuando fue rocín, antes de lo que ahora era, que era antes y primero de todos los rocines del mundo.

Puesto nombre, y tan a su gusto, a su caballo, quiso ponérsele a sí mismo, y en este pensamiento duró otros ocho días, y al cabo se vino a llamar «don Quijote»; de donde, como queda dicho, tomaron ocasión los autores desta tan verdadera historia que sin duda se debía de llamar «Quijada» , y no «Quesada», como otros quisieron decir. Pero acordándose que el valeroso Amadís no sólo se había contentado con llamarse «Amadís» a secas, sino que añadió el nombre de su reino y patria, por hacerla famosa, y se llamó «Amadís de Gaula», así quiso, como buen caballero, añadir al suyo el nombre de la suya y llamarse «don Quijote de la Mancha», con que a su parecer declaraba muy al vivo su linaje y patria, y la honraba con tomar el sobrenombre della.

Limpias, pues, sus armas, hecho del morrión celada, puesto nombre a su rocín y confirmándose a sí mismo, se dio a entender que no le faltaba otra cosa sino buscar una dama de quien enamorarse, porque el caballero andante sin amores era árbol sin hojas y sin fruto y cuerpo sin alma. Decíase él:

—Si yo, por malos de mis pecados, o por mi buena suerte, me encuentro por ahí con algún gigante, como de ordinario les acontece a los caballeros andantes, y le derribo de un encuentro, o le parto por mitad del cuerpo, o, finalmente, le venzo y le rindo, ¿no será bien tener a quien enviarle presentado, y que entre y se hinque de rodillas ante mi dulce señora, y diga con voz humilde y rendida:«Yo, señora, soy el gigante Caraculiambro, señor de la ínsula Malindrania, a quien venció en singular batalla el jamás como se debe alabado caballero don Quijote de la Mancha, el cual me mandó que me presentase ante la vuestra merced, para que la vuestra grandeza disponga de mí a su talante»?

¡Oh, cómo se holgó nuestro buen caballero cuando hubo hecho este discurso, y más cuando halló a quien dar nombre de su dama! Y fue, a lo que se cree, que en un lugar cerca del suyo había una moza labradora de muy buen parecer, de quien él un tiempo anduvo enamorado, aunque, según se entiende, ella jamás lo supo ni le dio cata dello. Llamábase Aldonza Lorenzo, y a esta le pareció ser bien darle título de señora de sus pensamientos; y, buscándole nombre que no desdijese mucho del suyo y que tirase y se encaminase al de princesa y gran señora, vino a llamarla «Dulcinea del Toboso» porque era natural del Toboso: nombre, a su parecer, músico y peregrino y significativo, como todos los demás que a él y a sus cosas había puesto». (Primera parte, capítulo I)

ACTIVIDAD 4
Pon a prueba tu memoria. Intenta recordar los nombres de vestimenta y armadura de las ilustraciones ya vistas.

 


Para saber más:

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