Novela colectiva 3ºA

CAPÍTULO 1 

Un trabajo bajo tierra
Raúl Muñoz Muñoz

Otra mañana más, otro día más, otra jornada viendo a la chica de sus sueños pasando delante de él agarrada a su carpeta negra y sin hablar con nadie. Eso es lo que le pasaba a Jorge, un chico de 18 años que, desde hacía dos, estaba enamorado de la misma chica.

Nunca se había atrevido a hablar con ella por lo que pudieran decir los demás porque  Jorge era uno de los chicos más populares del instituto y Julia una chica solitaria aunque guapa como ella sola.

Nadie la hacía caso porque decían que en su casa escondían muertos y esqueletos, leyendas de instituto, pero Jorge la veía algo especial y esa misma mañana le dirían lo mejor que había escuchado en años.

-Martínez y Sánchez juntos -las palabras que dijo el profesor despertaron a Jorge del trance en que se encontraba-. Os toca la parte del Renacimiento. 

Jorge estaba tan entusiasmado que hasta se cayó de su silla. Toda la gente se reía de él, pero le daba igual porque tendría que estar tardes enteras  con Julia y por fin podría hablar con ella.

Nada más tocar el timbre que indicaba el fin de clase, Jorge fue rápido al asiento de Julia para quedar con ella. No se lo podía creer. Estaba delante de la chica que le gustaba durante años, pero como siempre no sabía qué decir. Estaba muy nervioso, tanto que tiró la carpeta negra que siempre llevaba Julia consigo y al recogerla vio una foto de un pequeño y siniestro cementerio, pero no pudo fijarse bien porque la chica lo recogió rápido y le miró con unos ojos que podían matar.

-¿Dónde quedamos y a qué hora?-dijo Julia con una voz tenue.                   

-¿A las 6:30 en tu casa? es que en la mía estamos pintando–. Por un momento la chica tuvo una cara de sorpresa, pero a los pocos segundos asintió y se fue sin dar más explicaciones.

Como habían acordado por la mañana, a las 6:29 estaba en frente de la casa de la chica, nervioso como nunca antes lo había estado, pero contento y con una sensación de mariposas en el estómago. Llamó al timbre que sonó grave y fuerte y sin esperarlo se abrió la puerta automáticamente.

A Jorge le entró un cosquilleo por la espalda recordando una película que había visto la noche anterior, pero pronto comprobó que no se había abierto sola, sino que una mujer bajita con el pelo blanco, haciéndole un gesto con la mano, señaló a las escaleras.

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Jorge, sin preguntar nada, subió a buen ritmo al segundo piso de la casa. Estaba oscuro completamente hasta que una puerta se abrió al final del pasillo. Era Julia. Como una aparición divina, le dijo que entrara en la habitación. Estuvieron 45 minutos buscando información y cogiendo apuntes de Internet, hasta que un teléfono sonó e interrumpió su ritmo.

-Diga… ¿cómo? ¿Cuándo ha pasado? Vale, voy para allá.

Colgó el teléfono y se levantó de la silla, cogiendo a continuación una chaqueta azul cielo que le realzaba su bonito rostro.

–Lo siento, Jorge, tendremos que continuar otro día, mi padre ha tenido un accidente de coche y tengo que irme.

– Está bien, vete, sabré salir solo.

Y como si de un perro de presa se tratara, Julia se abalanzó sobre él y le besó.

–¿Gracias? -dijo él totalmente colorado cuando ella salía corriendo por la puerta de la habitación.

Jorge recogió sus cosas y bajó las escaleras. Cuando estaba a punto de salir por la puerta principal vio algo extraño, a la señora del pelo blanco abriendo la puerta del sótano y cargando con una pala. Sin pensarlo, Jorge la siguió sin hacer el más mínimo ruido.

Al pisar el primer escalón la puerta se cerró tras él dando un portazo que le revolvió las tripas. Pero siguió las escaleras. Tenían dos tramos y cuando estaba a punto de empezar a bajar el segundo se paró en seco. La señora le miraba con ojos de loca pero sin mover ni un dedo. Cuando Jorge le iba a preguntar que qué pasaba, le cogió de la camiseta y le arrastró hacia abajo. No podía creérselo, estaba allí, el cementerio de la foto, qué demonios significaba eso. Se fijó un poco mejor y en las lápidas ponían los nombres de los antepasados de Julia.

La señora, aunque no lo pareciese, tenía una fuerza brutal y sin el más mínimo esfuerzo ató y amordazó a Jorge, un chico de 1 metro 80 centímetros de altura. Jorge estaba asustado y más cuando vio que una de las lápidas empezaba a moverse.

Se retorció lo que pudo pero era imposible deshacerse de esas cuerdas. La señora cogió la pala y empezó a excavar en una de las lápidas. Cuando terminó una figura esquelética apareció en medio del sótano, aunque estaba descompuesta tenía algo que la relacionaba con Julia. Jorge empezó a asustase aún más. La señora se le acercó y le pegó en la cabeza con la pala dejándolo inconsciente.

Cuando despertó le dolía la cabeza y todo le daba vueltas. Al recuperar la visita y los sentidos se dio cuenta de que estaba metido en un lugar pequeño, frío y oscuro. Se acordó de que tenía el móvil y lo encendió, al alumbrar el lugar vio que estaba metido en un ataúd.

La maldita vieja le había metido en él y pensaba dejarlo morir. Quién le mandaría al profesor ponerlos juntos. Intentó gritar, pero no tenía fuerzas porque se le estaba acabando el oxígeno. Le quedarían pocos minutos de vida, así que miró el móvil en busca de alguna llamada ya que a él no le quedaba saldo y no tenía cobertura. Sentía cómo el pecho se le contraía y la garganta le presionaba con un dolor tremendo.


CAPITULO 2 

Una esperanza de vida                                   

Alejandro García                                    

Ahí estaba, aturdido, medio inconsciente y con poco oxígeno. En ese momento oyó el ruido de una pala clavarse en la tierra, cogió el poco aire que le quedaba y soltó un pequeño aullido en el que se oía:

-SOCORRO -dijo , enseguida se desmayó.

De repente despertó de un sobresalto con la mano en la garganta y tosiendo. Estaba en una habitación que le sonaba bastante,las paredes eran azules y con muy poca decoración, solamente un ordenador sobre un escritorio de color amarillo con un ramo de margaritas en una de las esquinas.

En ese momento se acordó de que había estado metido en un ataúd a punto de morirse y que de repente había aparecido en una habitación que recordaba con pereza.

Estaba un poco nervioso y aturdido, tenía la chaqueta quitada, sobre la silla que estaba enfrente del escritorio, estaba sudoroso y tenía lamparones en la camiseta de manga corta que llevaba puesta. De repente se oyeron unos pasos y Jorge se hizo el dormido. La puerta se abrió lentamente y este vio una sombra que se sentó en la silla que estaba al lado de la cama, mientras que le colocaba un paño húmedo en la frente. En ese momento le vino un olor familiar, era como si estuviera en el campo rodeado de margaritas. De repente se acordó de quien llevaba ese perfume, en ese momento abrió los ojos poco a poco, allí la vio, sentada en la silla y observándole.

Cuando Jorge termino de abrir los ojos, Julia se levantó de un sobresalto. Un tanto nerviosa dijo:

-¿Te encuentras bien? -con la voz temblorosa.

-Sí- contestó Jorge , un poco ronco a causa de haberse quedado sin oxígeno.

-Me alegro –le respondió con una pequeña sonrisa.

-¿Qué ha pasado?¿Y tu padre?¿Qué tal?…

-Tranquilo, ahora descansa y luego ya hablamos -le interrumpió ella.

-¿Qué hora es? ¿Mi madre estará preocupada?….

-Shhhhhh…. tranquilo ya la he llamado y le he dicho que te quedarías aquí a dormir para poder adelantar el trabajo, pero ahora descansa, por favor. Jorge se durmió otra vez mientras ella le daba un pequeño beso en la boca.
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Cuando abrió los ojos miró su reloj, eran las tres y media de la madrugada. Se incorporó rascándose la cabeza donde la vieja le había dado un palazo.
Se puso los zapatos y se levantó, se mareó un poco pero se repuso enseguida. Abrió la puerta lentamente y se dirigió hacia la escalera. Desde ahí se podía ver la puerta donde estaba el cementerio.

Se acercó lentamente y abrió la puerta, vio el hoyo en el que había estado el enterrado y le recorrió un escalofrío por la espalda hasta el cuello. Se acercó y comenzó a leer las lápidas .

      Aquí yace Julia Barea Olgado
      Aquí yace Antonio Sánchez Arias

Eso era lo único que ponía pero había tres lapidas más en las que no había nada grabado.

En ese momento se oyeron unos pasos. Jorge se giró de golpe y vio a la vieja con la pala, salió corriendo hasta el cuarto de Julia y una vez dentro cerró la puerta, rápidamente re metió en la cama y allí se quedó acurrucado encogido como una bola esperando a que amaneciera.

CAPÍTULO 3

Una sorpresa inesperada
Carlos Martín Aparicio

A la mañana siguiente, Jorge vio que Julia seguía durmiendo. No sabía qué hacer, ¿bajaba o se quedaba en la cama? De repente se abrió la puerta y Jorge cerró rápidamente los ojos.

Pasaron 5 minutos, y seguía sin saber quién estaba en la habitación. Abrió muy poco los ojos: lo suficiente para ver un poco borroso que la vieja estaba allí delante mirándole. A Jorge le entró un escalofrío por todo el cuerpo. Giró la cabeza lentamente y vio que Julia no estaba en la cama. Volvió a girar la cabeza y de repente allí estaba la vieja y Julia mirándole.

–¿Por qué le atacaste y le enterraste, abuela? –dijo Julia muy decidida.

–Porque vio demasiado, Julia –dijo la abuela.

Julia no dijo nada más y la vieja salió de la habitación.

–Lo siento mucho, Julia, no era mi intención molestar –dijo Jorge de repente.

–¡Ah! Qué susto me has dado. Bueno, pero no pasa nada, mi abuela es un poco rara.

–¿Y al final qué ha pasado con tu padre? –dijo Jorge un poco tímido.

–Nada grave… ¿Sales de la cama hoy o mañana? Que yo ya tengo hambre –dijo Julia.

Bajaron los dos juntos a desayunar. Jorge se quedó alucinado al ver que le habían servido todo lo que más le gustaba: café, beicon, zumo… 


Jorge, asombrado, dijo:

–¿Cómo has sabido que era mi desayuno favorito?

–Cuando llamé a tu madre al rato me trajo el desayuno para los dos –contestó Julia.

Jorge no dijo nada más durante el desayuno ya que se estaba muriendo de hambre. Cuando terminaron el trabajo subieron a la habitación.

Después de 2 horas de trabajo Jorge fue al baño. Cuando salió del baño sintió curiosidad por el cementerio. Bajó. Volvió a leer las lápidas. Pero había algo diferente… Vio que su nombre estaba en una de las lápidas.

Oyó pasos… Jorge, asustado, subió corriendo escaleras arriba. Allí, arriba del todo, estaba la vieja con la pala.

CAPÍTULO 4

La verdad

Sergio García Fernández

–¡Qué haces aquí abajo!, ¿¡no te ha dicho mi nieta que no bajaras!? –dijo la vieja con pelo blanco y ojos grises.
-No… lo siento, no sabía nada –dijo Jorge.
-Bueno… sube, ¡rápido! –le gritó.

Jorge estaba tan asustado que se le olvidó que su nombre estaba escrito en una de las lápidas del cementerio.

Subió como una bala al cuarto de Julia y se dio cuenta de que ya era la hora de ir al instituto. Buscó como un loco a Julia por toda la casa, pero no la encontraba.

Después de 15 largos minutos buscándola, se asomó por la ventana… y allí estaba, recogiendo flores de su jardín. Aquello le pareció algo raro a Jorge, pero no tenían tiempo, debían irse.

Abrió la ventana y dijo: ¡Julia, que llegamos tarde al instituto!
Julia dio un salto sin querer, del susto que le dio Jorge.

-…Ya voy Jorge, un momento.

Subió y empezaron su marcha hacia el instituto. Su instituto era uno de los mejores de la ciudad, contaba con pistas de fútbol, baloncesto, tenis, dos aulas de música con infinidad de instrumentos y era uno de los primeros en contar con ordenadores para los alumnos.

A medio camino, Jorge se acordó de lo que pasó la última vez en el sótano.

-Julia, antes, cuando bajé al baño, me entró curiosidad y no pude evitar entrar en el sótano.

Julia no separaba la mirada del suelo con cada vez más cara de preocupación.

-Y no sé por qué, pero me pareció ver mi nombre escrito en una de las lápidas que hay en tu cementerio…, digo… en tu sótano.

-¿P-p-pero qué cementerio ni que lápida?  Jorge, por favor, deja de decir tonterías que hace tiempo ya que dejamos de ser niños.
-Pero yo juraría haber visto todo eso y… a ti hablar con tu abuela sobre lo que me hizo.
-¿Qué te hizo?
-¡Me pegó un palazo en la cabeza!
– Ja, ja, ja, pero qué chistoso eres. ¡Si mi abuela no mataría ni a una mosca!

Jorge se calló, ya que estaban a punto de entrar, pero se quedó con una sensación muy rara… creía que Julia, el amor de su vida, le estaba ocultando algo.

Entraron juntos al instituto corriendo, ya que llegaban con 5 minutos de retraso. Jorge vio a Mario, un amigo del colegio que se habían empezado a distanciar desde que entraron al instituto.

-¡Mario! ¿¡Qué tal estás!?- dijo Jorge.

Mario pasó sin mirarle… era como si no le viera. Jorge se quedó un poco raro y le dijo a Julia:

-Menudo imbécil, seguro que como en cuarto le dejé un día muy mal delante de la chica que le gustaba, ahora me ignora.

-Em… sí, qué rencorosa es la gente –dijo Julia.

Entraron a clase de Lengua. Allí se encontraba el profesor Jacobo, un hombre divertido, humilde y con carisma. Se sentaron al final, en unos sitios donde se veía poco… pero era lo que les pasaba por llegar tarde. Hoy iban a dar las oraciones personales, impersonales y harían unas cuantas frases para que indicaran el sujeto, el verbo, el predicado, los sintagmas… cosas que a Jorge se le daban de maravilla.

-¿Quién me sabría decir, cuál es el sujeto de ésta oración? –dijo el profesor.

Nadie levantó la mano, tan solo Jorge, pero el profesor le ignoraba completamente.

-¡Profe, profe, profesor, Jacobo! gritaba desesperadamente Jorge.

Una chica llamada Claudia levantó la mano y dijo:

-Esa oración carece de sujeto, ¡es una frase!

-Exacto Claudia, menos mal que hay alguien con un poco de ingenio en esta clase.

Jorge estaba cabreadísimo, tanto que decidió no hablar con nadie. Así pasaron las dos horas siguientes, tocó la sirena y salió al patio.

Ese día no tenía ganas de jugar al fútbol ni al baloncesto, tan solo quería estar solo.
De repente apareció Julia con rostro serio y dijo:

-Jorge, debo decirte por qué la gente es incapaz de verte…

[AQUÍ LA HISTORIA SE BIFURCA EN DOS CAMINOS: CAPÍTULO 5A Y CAPÍTULO 5B]

CAPÍTULO 5 A

Llegó el momento de la verdad

Cristian García Franco

Jorge ya había salido del instituto, había llegado a casa sin que nadie le viera, había subido a su habitación, y se había encerrado para hacer los deberes que le habían mandado, aunque sabía que no le iba a servir de nada pues el resto de las personas no podían verle.

Había estado pensando en todo lo que Julia le había contado y no podía concentrarse en otra cosa, todavía no llegaba a comprender por qué nadie podía verle, solo Julia y su abuela podían.

Se habría molestado en pedirle a su madre que le preparara su cena favorita, pero no serviría de nada, en vez de eso, se tumbó en su cama e intentó librarse de todo pensamiento, estaba nervioso…

A la mañana siguiente Jorge tenía hambre, pues desde el desayuno en casa de Julia no había probado bocado.

Cuando acabó de desayunar, salió corriendo a casa de Julia. No soportaba el estar solo y sin mantener conversación con alguien. Al llegar, fue Julia quién le abrió la puerta y le invitó a entrar:

-Hola, no te esperaba por aquí, después de todo, ya hemos acabado el trabajo ¿no? –dijo Julia con un tono de risa.

-Hola Julia, mmm… no he venido por nada relacionado con el trabajo, ya sé que lo hemos acabado, he venido para… para… para mantener una conversación con alguien.

-¿No será que quieres saber más cosas sobre lo que sucede? Apuesto a que no lo entiendes bien y te pica la curiosidad, pero estás demasiado nervioso y asustado como para escuchar más sobre el tema –contestó Julia.

-Antes de eso, quería hablar sobre otros temas que solo están relacionados con nosotros.

-Está bien, pasa y me lo cuentas en la habitación mientras comemos algo: espérame arriba y pase lo que pase NO bajes al sótano.

-Gracias, tranquila que no bajaré.

Mientras Julia preparaba algo para picar, Jorge subía las escaleras con nerviosismo. Le quería contar a Julia que todo este tiempo había estado enamorado de ella a pesar de la situación, pero no sabía lo que diría Julia, no sabía si le iban a aceptar o a rechazar. Tenía que intentarlo.

Al entrar en la habitación de Julia, se sentó en la silla y pensó en qué iba a decir, no quería quedarse en blanco mientras expresaba sus sentimientos a la mujer de sus sueños.

Al tiempo de pensar, apareció Julia por la puerta de la habitación, en la bandeja llevaba lo mismo que había desayunado hace dos días. Se pusieron a comer y empezaron a hablar.

-Julia, necesito contarte algo que me ha estado sucediendo desde hace unos años -dijo Jorge.

-¿Qué es eso tan importante, Jorge?

-Estos dos últimos años he estado intentando estar contigo, cerca de ti y eso sucede porque me he enamorado de ti.

Julia se quedó sin palabras, no sabía que decir, lo único que hizo fue decirle a Jorge que ese no era el momento más oportuno. Jorge, desconcertado y con tristeza, se acostó en la segunda cama que había en la habitación; sobre la otra estaba tendida Julia, con la mirada perdida en el techo y pensando…

Foto de Mrtsantiso: https://i0.wp.com/farm6.staticflickr.com/5059/5446028146_4d8eb78784.jpg

CAPÍTULO  5 B

El espíritu

Sarai Sánchez Aguilera

-¿Perdona? ¿Cómo que la gente no me ve? ¡Sí, claro! –dijo Jorge.

– Lo siento, pero es verdad. ¿Es qué no te has dado cuenta de que la gente no te ve? -dijo Julia asombrada.

Jorge se quedó pensativo, no sabía que decir, no sabía si irse, si quedarse…

-Ahora que lo dices… ¿por eso Mario ni me ha mirado? ¿Por eso el profe no me ha visto levantar la mano para contestar a su pregunta? – dijo Jorge.

-Sí, es por eso. Te lo explicaré. Cuando tú viste tu nombre en este ataúd… es porque estás muerto Jorge. Solo te podemos ver mi familia (mi abuela, yo…). Nosotros tenemos algo que nos permite ver espíritus. Eso es lo que tú eres, un espíritu -dijo Julia sonriendo.

– ¿Estoy muerto? ¡Madre mía! Esto no puede ser… esto es cosa de películas, esto no pasa en la vida real. No puede ser que tu abuela me haya matado y que yo sea un espíritu que voy vagando por ahí –dijo Jorge muy asustado.

Jorge asustado se fue caminando a otra parte del patio. Julia decidió ir detrás de él para ver lo que hacía. Julia sabía que le iba a costar superarlo y asumirlo pero era la verdad, él era un espíritu al que solo le podían ver a penas unas cuantas personas de una misma familia.

Jorge no sabía lo que haría, no podía ir a contárselo a nadie, nadie le podía ver. ¿Qué haría ahora? ¿Cómo se enterarían sus padres de que estaba muerto? ¿Y sus amigos?

-Alguien se tendrá que dar cuenta de que no estoy.

– Sí pero aunque alguien se dé cuenta no me van a preguntar por ti, y menos a mí.

-Tu abuela es una asesina. Tu familia y tú sois raros. ¿Por qué veis espíritus? Eso no lo hace la gente normal.

-Normal normal… no somos pero ver espíritus es una cosa positiva. Si no pudiera ver espíritus no te podría ver a ti, piénsalo.

Tocó el timbre del patio, los dos, uno al lado del otro andaban para ir a clase.
Les quedaban tres horas para poder irse. Jorge pensó en irse a casa de Julia. Ella tenía razón, por lo menos ella podía verle, y así no estaría tan solo.

Por fin, sonó la campana, habían terminado todas las clases.

-¿Me voy a tu casa, no? -dijo Jorge.

-Sí, por supuesto –contestó Julia.

-Llama a mi madre. Dile que hoy también tengo que estar contigo para terminar el trabajo. Ojalá se lo crea porque si no… vamos a tener un problema -dijo Jorge.

Salieron del instituto. En el camino a casa nadie dijo ni una palabra, ni se miraron.
Al llegar a la casa, dejaron las mochilas encima de una mesa. Subieron a la habitación de Julia para que ella pudiera coger el teléfono para llamar a la madre de Jorge.

-¿Sí, quién es? -dijo la madre de Jorge al coger el teléfono.

-Hola soy Julia, ¿se acuerda de mí?

-Sí, claro que sí.

-Estoy con su hijo. Jorge se tendrá que quedar esta tarde aquí, hemos tenido un error en el trabajo y hay que corregirlo.
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-Mmm, vale, pero que no llegue muy tarde. Hace mucho que no le veo. ¿Puedes decirle que se ponga, por favor? Quiero saludarle y preguntarle qué tal el día -contestó la madre de Jorge.

-No, no creo que pueda. Se ha bajado para merendar. Primero merendaremos y después corregiremos el trabajo -dijo Julia.

-Vale, entonces no os molesto. Seguid con el trabajo. Recuérdale a Jorge que no llegue tarde. Adiós –terminó diciendo la madre de Jorge.

-Ya esta, tu madre dice que no llegues tarde, lo que no sabe es que nunca llegarás.

CAPÍTULO 6 B
Descubrimiento

Por Melissa Yang Luc

-Julia y qué se supone que debo hacer yo ahora. Cuando mi madre descubra que no regresaré, vendrá a buscarme o preguntarán a todos nuestros compañeros –dijo Jorge  mostrando su preocupación.

-No pasará nada –dijo Julia con tono sereno y carente de preocupación.

-No sé, pero si la policía viene a tu casa y baja a tu sótano, creo que es tema de preocupación –dijo Jorge.

-Por ahora, Jorge, tendremos que tener una charla muy extraña; por favor, tendrás que contarme algo que podrá liberarte de este estado –dijo  Julia.

Julia le condujo lentamente hasta  su habitación y le dijo que se sentara en la cama y empezó ella preguntando.

-Jorge, ¿qué te mantiene en este mundo atado? –dijo Julia.

-Que… que….-dijo Jorge.

-Todos los seres al morir dejan un rastro…

-Ya que si son buenos van al cielo y malos al infierno y cosas así -dijo Jorge interrumpiendo a Julia.

-No te has equivocado, los espíritus buscan lo que les retiene para poder marcharse y así poder pasar al otro mundo, pero hay algunos que deciden quedarse aquí. Son los conocidos como espectros. Esos son los que suelen aparecer en las fotografías y sicofonías -dijo Julia haciendo notar que en estos temas tenía más conocimientos que él.

-Vale, todo esto está muy bien, pero qué significa “qué me ata a estar en este mundo ahora que he muerto” –dijo Jorge furioso.

Estaba harto de aquello: él solo quería haber estado con ella pero vivo, no estar con ella muerto. Sus recuerdos de cuando estaba vivo eran como una vorágine de sentimientos que se encontraban y se contraponían unos a con otros.

-Jovencito, si no fuera por la chica que tienes delante ya habrías desaparecido y estarías bajo tierra. Nadie se preocuparía por una persona como tú al que le da miedo la muerte. No, es la vida un camino para llegar a ella.  Al menos podrías comportarte como un hombre, no como un niñato mimado –dijo la abuela de Julia al escuchar los gritos que estaba dando Jorge. -Ella ahora es tu única ayuda, así que acepta su ayuda o márchate de esta casa y no vuelvas.

Jorge, al escuchar eso, descargó toda su rabia contra esa anciana que le había causado aquella situación.

-Señora, usted es la causante de esto. Solo usted me ató de manos y pies me introdujo en ese ataúd, me mató y ahora se pone a recriminar y decir frases filosóficas sobre la vida –dijo Jorge.

Entonces Jorge sintió que se mareaba. Cómo podía ser eso posible.  Estaba muerto,   pero ese mareo fue en aumento hasta que toda la habitación giraba a su alrededor, todo menos Julia.

Fire, de matthewvenn. http://www.flickr.com/photos/matthewvenn/366986755/
-Jorge, tranquilízate, o si no te pasará algo mucho peor que lo que estás sintiendo ahora –dijo Julia con una ligera expresión de preocupación en su rostro. Pero ya era demasiado tarde. Jorge cayó al suelo.  

CAPÍTULO 7B (OPCIÓN 1)

La Mentira

Manuel Cava Portela

Se despertó en aquella habitación de paredes azules, con ese peculiar ramo de margaritas en una de las esquinas del escritorio. Estaba amaneciendo y hacía mucho calor, demasiado para la estación en la que se encontraban.

Al levantarse de la cama, sintió un ligero dolor de cabeza ocasionado por el golpe que hacía pocos minutos se había dado, o al menos eso creía él.

Julia entró en su habitación y al ver que Jorge estaba despierto pegó un salto de alegría,

-¡Menos mal, estaba muy preocupada! ¿Estás bien? –dijo Julia.

-Mas o menos… todo me daba vueltas y luego me desmayé.

Julia le miró perpleja.

-¿Cómo que te desmayaste? Qué cosas dices, Jorge, deberías descansar, te diste un buen golpe al caerte por las escaleras.

-¿Pero qué dices Julia? Estaba discutiendo con tu abuela y de repente todo empezó a dar vueltas… y me caí al suelo.

-Creo que todavía no estás recuperado del todo, Jorge, deberías descansar, te caíste por las escaleras nada más acabar el trabajo. Llevas durmiendo casi 15 horas.

-Eso no es verdad, Julia. ¡No me hagas creer que estoy loco, tu abuela me enterró en tu sótano y me mató!

-¿Pero cómo puedes decir eso de mi abuela, Jorge? Descansa un rato más por favor.

Entonces Julia salió de la habitación y, creyendo que Jorge iba a dormir, fue a hablar con su abuela.

-Abuela, no podemos mentirle, se va a dar cuenta, han pasado 4 meses…

-Hija, este chico es una carga para nosotras, o le engañas o nos deshacemos de él.

-Pero yo le quiero abuela, no puedo seguir con esto…

***

CAPÍTULO 7B (opción 2)

Vuelta a la vida

Por Adrián Maroto Zarza

Cuando despertó seguía mareado, confuso por todo lo sucedido, se dio cuenta de
que estaba a oscuras, pensó sobre lo que le dijo la abuela de Julia y se asustó.

–¡¿Me habré muerto?! –dijo Jorge.

Después de 15 largos minutos un resplandor muy brillante me cegó.

Era Julia. Esos 15 minutos me hicieron pensar mucho y me sirvieron para darme cuenta de que quería a Julia muerto o no muerto.

Cuando fui a decirle que la quería me faltaron las fuerzas y me desmayé.

Luz al final del túnel, de Luz Adriana Villa A.

Cuando desperté estaba en la misma cama en la que había estado hace poco, cuando
oí:

–¡Jorge, levanta que ya es hora de ir al instituto, dormilón!

Era Julia, tan bella y tan preciosa como la conocía. Me arreglé y fuimos al instituto sin hablarnos durante el camino. Llegábamos otra vez tarde y nos pusimos en la parte de atrás. En seguida oí cómo el profesor le echaba la bronca a alguien por llegar tarde. Yo pasé de ello (total, estaba muerto, o eso creía).

–¡Jorge, te estoy hablando a ti! -dijo el profesor.

Yo, sorprendido y alegre, grité:

-¡Estoy vivo, estoy vivo!

El profesor me echó de la clase y me ordenó ir al aula de expulsados. Mis amigos se reían de mí pero yo estaba alegre por seguir vivo.

Una vez acabó el instituto busqué a Julia a la salida, pero no estaba, así que fui a su casa. Llamé y abrió su abuela:

-Hola Jorge, pasa -dijo la abuela.

Detrás de ella estaba Julia y yo le dije que tenía que hablar con ella. Subimos a su habitación. Lo primero que hizo fue preguntarme por qué había gritado ”estoy vivo, estoy vivo” en el instituto. Yo me quedé perplejo y dije:

-Pues por lo que ha pasado, ¿no es increíble?

-¿Y qué se supone que ha pasado? -dijo Julia.

-Pues que ya no estoy muerto -dijo Jorge.

-Pero tú que dices, estás loco, jajajajaja, qué gracioso -dijo Julia riéndose.

En realidad no me había muerto nunca pero entonces, ¿qué había pasado?

***

CAPÍTULO 8B (opción 2)

Quizás

Por Rocío Rojo (colaboración de 3ºC)

Quizás todo había sido un sueño, un sueño de esos que parecen que no tienen final, un sueño mejor conocido como pesadilla.
 No importaba si era un sueño o si todo era una realidad porque lo único importante ahora mismo era saber si Julia podía sentir la mitad de lo que Jorge sentía por ella.

Decidió irse a casa olvidar todo durante esa noche y descansar.
 Aproximadamente a las 3 de la mañana se despertó y se paró a pensar todo lo que había pasado, necesitaba contárselo a alguien y sabía que la mejor persona era ella, Julia, pero sabía que si le contaba eso podría perderle o podría pensar que estaba loco y por eso perderla.

Foto de Rocío Rojo

Cuando se durmió de nuevo tuvo la peor de sus pesadillas. Jorge había soñado que todo era realidad, que Julia era una cómplice de la abuela y que nunca más iba a poder cruzar ni una simple mirada con ella. Al despertarse y darse cuenta de que todo había sido una simple pesadilla, empezó a pensar que lo que le estaba pasando no era normal, que todo era demasiado real para ser un simple sueño.
A las 8 puso rumbo al colegio y entonces en la mitad del camino se encontró a Julia. Por un momento parecía que tenía un poder, parecía que era capaz de parar el tiempo… En esos 10 segundos se le pasaron millones de imagenes por la cabeza , se le pasaron dos preguntas las cuales decían: Si le cuento todo a Julia ¿ la perderé? Si realmente me entero que todo era verdad ¿seré capaz de mirarla a los ojos como hasta ahora? Jorge sabía que lo único que podía hacer en ese momento era arriesgar. Por eso, justo antes de entrar en clase, le pidió a Julia que se fueran de pellas para así poder contarle todo y encontrar respuesta a todas sus preguntas.


Jorge le pidió a Julia que no hablara hasta que él no terminara de contarle todo. Justo en el último instante, justo cuando había terminado de decir todo, se le pasó una pregunta por la cabeza: ¿habré hecho lo correcto?

***

Capítulo 9B (opción 2)

El Desenlace

Por Vladislav Panchyshyn

Cuando Jorge terminó de contar a Julia todo lo que sentía por ella, se produjo un tenso silencio entre ellos. Se encontraban en un parque en los límites del barrio, solos. Se estaban saltando la clase de Lengua, aunque parecía que el tiempo se hubiese parado en aquel verde rincón. Julia inspiró hondo, miró a Jorge directamente a los ojos… y sonrió. Fue una sonrisa dulcísima. Aunque Julia era hermosa de por sí, en aquel momento emanaba una sensación especial.

-Vaya, es como en las películas –Julia siempre había tenido un gran sentido del humor–. Pues tienes que saber que yo también estaba enamorada de ti. Ahora sé que puedo confiar en ti. Voy a explicarte todo lo que ha pasado en estos últimos días, hasta el último detalle.

Jorge se acomodó en su asiento y escuchó con atención. Sopló una leve brisa.

-Todas las personas de mi familia tenemos la habilidad de comunicarnos con los espíritus de los muertos, pero solo con las personas con las que teníamos un vínculo muy fuerte. Mis padres murieron cuando yo tenía doce años en un accidente automovilístico. Fue entonces cuando descubrí y desarrollé esta habilidad. Solía comunicarme con mis padres a menudo: les contaba cómo me iba en el colegio, cómo me sentía o qué hacía los fines de semana. Eran espectros, estaban atados a mí tan fuertemente que no podían partir al otro lado.

-¿Y qué pasa conmigo? ¿Qué relación tengo yo con tus habilidades?

-El caso es que, en situaciones extremas, también puedo liberar las “almas” de las personas infelices, para que descubran, en un viaje espiritual, cuál es su verdadera razón de ser o consigan sus objetivos. Eso fue lo que sucedió contigo. No estabas del todo satisfecho con tu vida, porque no habías podido estar conmigo. Desde que mi abuela te atacó aquel día con la pala y te enterró, hasta que has despertado hoy, tu alma estaba fuera de tu cuerpo, pero no estabas muerto. Decidí arreglar un poco tu vida con mi habilidad. Hoy te hemos dado un voto de confianza, y no nos has defraudado. Muchas gracias.

Estaba asimilando toda esa información, cuando Jorge cayó en la cuenta de que algo no cuadraba.

-¿Por qué tu abuela reaccionó de aquella forma?. Sí, es una habilidad extraordinaria, pero por qué escondéis el secreto con tanto recelo? -se le veía muy confuso, aunque comprensivo.

Julia palideció. No esperaba que fuese tan perspicaz. Se levantó, y antes de marcharse, le dijo:

-Es un gran poder. Hay gente que nos busca porque quiere usarnos para sus propios fines, que no siempre son buenos. Mi abuela y yo debemos tomar grandes precauciones. Es algo muy complicado, entiendo tu confusión, pero puede llegar a ser cuestión de vida o muerte. Piensa que puedo ser como una bola mágica, que no ha de caer en las manos equivocadas. No puedo contarte más. Nos vemos mañana. Disfruta tu vida -y le dio un beso.

Jorge la vio marcharse mientras pensaba que aquello sólo era un comienzo de algo grande. Menudo giro que había dado su vida.

Parque do Bonfim, Setúbal, Portugal. Fotógrafo: Manuel Silveira Ramos.

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