Novela colectiva 3ºC

CAPÍTULO 1 

Dos días nunca son iguales

⎯ Vale, me he dejado las carpetas en el coche ⎯ dije enfurruñada.

Salí de mi pequeña oficina, con pequeña quiero decir diminuta, y me dirigí al garaje de la empresa en la cual trabajaba como subdirectora. Mi padre y mis tíos son los jefes, puesto que es una empresa familiar. Abrí mi coche y saqué mis carpetas y mi móvil, que también me había olvidado, ¡despistada!

Entonces escuché un ruido extraño, como cuando abres una botella de champán y el corcho sale despedido hasta alcanzar el techo, subí corriendo las escaleras olvidándome de nuevo mis cosas y al abrir la puerta de la empresa contemplé la imagen más estremecedora de mi existencia.  La sala estaba repleta de personas ataviadas con vestimentas negras y pasamontañas que ahora tenían su atención completamente puesta en mí.

Sabía que tenía que correr pero mis pies no reaccionaban. Entonces un hombre delgado de complexión fuerte me agarró del brazo y me apuntó con una pistola en la sien, directamente al cerebro.

⎯ ¡Al suelo, rápido! ⎯ me instó la voz del desconocido.

Al principio no hice caso y el hombre me sujetó por los hombros, me zarandeó y me miró. Ahí y solamente en ese momento me di cuenta de sus facciones, aunque su cara seguía cubierta tenía pinta de ser un hombre guapo, el cabello rubio cobrizo le asomaba por debajo de la frente y unos ojos verde claro llamaban la atención sobre su cara y resaltaban sobre la tela oscura. Sus duras facciones se marcaban bajo el pasamontañas. Era guapo, claramente guapo, pero no podía fijarme en eso, era un delincuente, ¿no?

⎯ ¡He dicho que rápido!, ¿es usted sorda o qué?

Me senté rápidamente junto a mis compañeros y esperé.

Mi nombre es Rebecca y voy a relatar el tiempo que estuve secuestrada por el amor de mi vida, William.

Sonia Gutiérrez Camargo

                               ***

CAPíTULO 2 

El empezar de un futuro incierto

Esa mañana la recuerdo como la más terrible de mi vida, sin pensar que con el tiempo acabaría enamorada de mi propio secuestrador. El hombre que me tuvo secuestrada durante 3 meses.

-¡He dicho que te sientes al lado de los demás! ¿O no escuchas? –dijo él.

Me senté al lado de Samuel, que era uno de los compañeros más antiguos de la empresa. 
No teníamos palabras, solamente nos miramos y nuestros ojos hablaron por nosotros.

A los secuestradores se les notaba muy nerviosos, como si estuvieran esperando alguna llamada u orden de otra persona.
 Mi secuestrador me miraba a mí de una manera especial y algo me hizo sospechar que yo corría un peligro distinto a los demás.

Busqué mi móvil en el bolsillo de mi abrigo sin levantar sospechas y fue ahí cuando me vi perdida, recordé que al salir corriendo tras el susto por las escaleras de la oficina, se me cayó el móvil junto a las carpetas.

Transcurridas unas horas, sonó el móvil de mi secuestrador y mirándome fijamente dijo:

-Sí, la tengo vigilada, en una hora estaremos en el punto acordado. 
Levántate –me dijo.

Yo haciéndole caso, me levanté y en ese momento me tapó los ojos y salimos de la empresa. Al cabo de unos minutos oí el motor de un coche y me di cuenta de que iba dentro con él.

Marta Huertas

***

CAPÍTULO 3

El paseo más largo de mi vida

Mientras estaba en el interior de aquel coche, me puse a reflexionar sobre el porqué de las cosas. ¿Por qué solo me llevaban a mí en aquel coche? ¿Qué querían de mí? ¿Dinero?

No sé cuanto tiempo llevaba metida en aquel sitio –¿minutos, segundos, horas?–,  pero yo echaba de menos a mis hermanos y a toda mi familia en general. También a los compañeros de la empresa con los que me reía cada mañana, a mis amigos, vecinos y demás aunque me estaba empezando a agobiar. Aquel sitio olía mal y sentía cómo la mano que sujetaba mi venda empezó a temblar y a sudar.

–Ya queda poco para llegar a nuestro destino –escuché decir a uno.

Aquella voz me resultó familiar, yo la había escuchado antes pero no sabía dónde. Yo les dije que no tenía nada de dinero para darles, que me dejaran ir. Ellos se empezaron a reír.

De repente nos paramos, el secuestrador me empujó bajo los asientos del coche y escuché a un hombre hablar:

-Hola, buenos días. ¿Me enseña la documentación, por favor?

Sin duda era mi oportunidad de pedir auxilio y no iba a dejarla escapar. Así que me puse a gritar todo lo fuerte que pude e intenté levantarme.

-¡Señor policía, por favor, ayúdeme !

Pensaba que aquel hombre me salvaría y todo esto se acabaría, pero no fue así, en ese momento alguien me pegó una patada en la cabeza y me empecé a marear. Antes de marearme siento que el coche aceleraba cada vez más y una voz que grita.

-¡Vamos, vamos! Date prisa si no nos pillará la policía.

Me dan una segunda patada y pierdo el conocimiento.

Lo siguiente que recuerdo es despertarme con un dolor de cabeza enorme y en un lugar oscuro, pero ya no era el coche en el que iba, ni tenía la mano sudada que me sujetaba la venda.

-¿ Dónde estoy ? ¿ Que queréis de mí ? – pregunto angustiada.

Me pongo en pie y empiezo a caminar sin rumbo, de repente me choco con una pared. Apoyo la palma de mi mano sobre ella y empiezo a caminar con la punta de mis dedos rozándola, está fría, pego la oreja para ver si consigo escuchar algo, pero un ruido dentro de la habitación me sobresalta. 

Álvaro Sánchez

***

CAPÍTULO 4

Saldré de aquí

Cuando la metieron en aquella habitación no sabía lo que pasaba, ni lo que podía pasar.

Necesitaba comer. Si no, se podía morir. Estuvo pensando cómo podría salir de la habitación, pero sus pensamientos fueron nulos.
Lo único mejor fue buscar la puerta que según ella se encontraba dentro de la pared. Es decir, una puerta imaginaria.
Al pasar allí tanto tiempo, tenía sueños muy raros y muchas pesadillas. Un día, los que la metieron en la habitación abrieron la puerta por la noche. Muy despacio para que no se diera cuenta. Pero como no podía dormir pues casi siempre estaba despierta, se dio cuenta por dónde abrieron. Le dejaron un poco de comida caducada. Cuando vio que era comida se alegró; pero al ver el aspecto, le cambiaron por completo las ganas de comer. Se  estaba poniendo mala al ver cómo en la comida había una especie de hierba rara.
Cuando observó la comida, empezó a gritar y a dar golpes a la pared. Vio cómo había una zona más hueca que la otra. Entonces pensó: será la puerta. Empezó a golpear más fuerte, pero… imposible.

Cristian Martín


***
CAPÍTULO 5

Me hago una idea del lugar

Estaba aterrorizada, tenía el miedo dentro de mí, no sabía qué hacer, además, me ilusioné al creer haber encontrado una puerta, pero al darme cuenta de que no era así, quedé desalentada. Estaba perdida, indefensa en un cuarto oscuro. Quién sabe, a lo mejor el cuarto no estaba oscuro sino que estaba ciega, o quién sabe si estaba ciega y no me daba cuenta de si había alguien observándome mientras me movía torpemente. De repente, entre la penumbra, conseguí percibir algo, no era luz, era una conversación ininteligible, eran voces masculinas, muy graves. ¿Quién podría ser?

La conversación poco a poco se fue haciendo más nítida, pero no lo suficiente como para identificar las palabras. Para colmo, metí un pie en uno de esos envases de comida enlatada, ya caducada, ¡qué hedor! Estaba desesperada y desorientada, allí eran veinticuatro horas de noche diarias. Desesperada, me quité la zapatilla y en lo que parecía ser una esquina, me acomodé y me dormí.
Foto: Cath Ortega: http://www.flickr.com/photos/_juanabanana/4685044403/sizes/m/in/photostream/
Sobre las cinco de la mañana, me avisó mi reloj biológico, tenía ganas de, por así decirlo, hacer aguas mayores. Me desvelé y…¡susto que te crió! ¿Quién era esa gente que me apuntaba con una linterna superpotente directamente a la cara? Los secuestradores se alborotaron y entre gritos y trompicones abandonaron la sala sin dejar rastro. Aún cegada por la luz, dije:

–¿¡Qué he hecho yo para merecer esto!?
–Ssssssssssssssh…
La gota que colmó el vaso, alguien estaba junto a mí. Armada por espada con mi valor y con escudo el aprecio por mi vida, pregunté, esperando una respuesta que suponía que no llegaría:
    –¿Quién anda ahí?
    –Nadie, no soy nadie…
    –¿Quiénes sois?
    –No te importa…
Un portazo irrumpió entre nuestra conversación. Se fue. Una puerta se hallaba en el cuarto, todo era cuestión de buscarla, pero si no evacuaba, reventaría. Me marché a un lugar cercano de donde creía haber oído marchar al individuo para dejarles el “regalito” por si volvían a entrar. Me bajé los pantalones, acto seguido iba a bajarme las braguitas cuando rocé con mi nalga derecha una muesca bien definida en la pared, que tenía forma de W, era como una hebilla de cinturón. Tiré de ella, la pateé, la intenté girar, pero nada, eso no cedía, así que me dedico a apretar:

    –¿Eres tonto o qué mierdas te pasa? ¡Te quedaste rezagado y casi te descubre, y lo que es peor, casi descubre la salida!
Confirmado, una escapatoria había:
   –Joder Tim, me dejasteis de lado en la huida.
   –Dios mío William…
   –Lo siento, tendré más cuidado…
   –Que así sea. Ahora vengo…
Y se marchó.
    Maldito “Tiny Tim”… ¿Se cree mejor que nadie o qué le pasa?
Ya tenía algo para alentarme, tenía opciones de salida. Me recoloqué las bragas y los pantalones y me puse a buscar a tientas mi ansiada meta. Nada. Nada. Nada. A pesar de una búsqueda infructuosa no me rendí y topé con una porción de pared que parecía ser de cristal y me imaginé el escenario de las películas en las que unos tipos se colocan detrás de un cristal y ellos pueden verte a ti pero tú no puedes verles a ellos. Me estremecí al pensar que estas fantasías eran producto de tanto tiempo enclaustrada. El cristal cedió.

Javier Ortega
***

CAPÍTULO 6
[La historia se bifurca en dos opciones]

       OPCIÓN A por Rocío Rojo             OPCIÓN B por Christian Paniagua

CAPÍTULO 6 (Opción A)

Buscaré respuestas a mis preguntas

Ya había escuchado voces, había imaginado cómo era el lugar en el que me encontraba
  encerrada, incluso había imaginado qué hora podía ser. 

Estaba temblando, completamente aterrorizada, pero eso no me podía llevar a darlo todo por perdido, a rendirme, no, no podía. Por eso empecé a gatear sin ningún rumbo por la sala en la que me encontraba. De repente me choqué con un pequeño objeto. Lo cogí entre mis manos y apareció una luz: era una linterna.

Supe que no era una gran noticia, no era algo que me llevaría al final de esta historia, mejor dicho, de esta pesadilla. Pero he de decir que sí, que este objeto significó mucho para mí, gracias a él pude ver una pequeña nota que se encontraba en el bolsillo trasero de mi pantalón. Decía esto:



Sentí cómo se me escapaba una sonrisita de esas que te salen cuando te das un primer beso, o cuando escuchas al chico de tus sueños decirte te quiero. Esto me había dado esperanzas, y ahora, ni ninguno de los secuestradores, ni ninguna de las oscuridades, ni nadie iba a conseguir que yo no saliera de esto. Por eso decidí buscar una solución.

Rocío Rojo

***

CAPÍTULO 6 (Opción B)

Salí de aquella sala

Cuando el cristal cedió, me di cuenta de que algo había descubierto, y la voz me dijo:

–¡No entres ahí ahora!
–¿Por qué no puedo entrar ahora?
–Porque están a punto llegar…
–¿Quién y cómo lo sabes?
–Los que te secuestraron y lo sé porque llevo casi metido aquí unos tres meses. Si quieres averiguar lo que se traen entre manos, entra mañana cuando anochezca.

Entonces intenté recolocar el cristal que se había caído y que de milagro no se había roto e hice caso a esa extraña voz, ya que no podía fiarme de nadie más. De pronto vi que la extraña voz tuvo razón, ya que a los 10 minutos, aproximadamente, vinieron los secuestradores.

Mientras se acercaban, oí el sonido de sus zapatos al andar e iban hablando, y solo pude escuchar a un hombre –que debía de ser el jefe de William– y a William decir esto:

–Jefe, ¿qué vamos a hacer con la chica al final?
–La retendremos todo el tiempo que sea posible.
–¿Pero qué vamos a hacer con ella al final?
–Es confidencial. ¡Y cállate ya, que al final nos va a acabar oyendo si hablas tan alto!

Al poco rato de oír eso me quedé dormida, ya que no había descansado casi nada los días anteriores, y tenía que hacer un esfuerzo para poder estar despierta esta noche.


Cuando me desperté, me di cuenta de que se estaban yendo, y supuse que ya era de noche y me dispuse a buscar la pared con el cristal.

Tardé más o menos unos 15 minutos ya que descubrí que el lugar donde estaba metida no era tan pequeño como creía y tuve que ir con cuidado por si me caía, porque no había luz. Cuando encontré el cristal, intenté quitarlo con cuidado para que no se cayese al suelo y se rompiese.

Cuando entré a una sala mejor que en la que estaba yo, rocé con un interruptor, y al presionarlo, de pronto la luz me cegó en los ojos y me echó hacia atrás golpeándome contra la pared, ya que no había visto la luz desde hace días…

Marcelo Moltedo: En el País de los sueños. Flickr creative commons

Cuando abrí los ojos, más o menos ya se me habían acostumbrado a la luz y de pronto vi en la pared algo que me llamó mucho la atención, y me dije a mí misma, aterrorizada:
–¡No puede ser…!

Christian Paniagua


***

CAPÍTULO 7 (Opción B)

No me lo esperaba

–¡No puede ser, este es el letrero donde pone el nombre de mi calle!

Durante todo este tiempo me han estado espiando. Mi pregunta era ¿desde cuándo han estado espiándome y por qué? Ya decía yo que tenía esa sensación de que te están espiando. Mirando incrédula vi algo más, eran fotos mías y todo lo que había hecho. Cada vez estaba más preocupada de cómo poder salir de aquí y preguntarle a mi secuestrador, una vez arrestado, que por qué hizo una cosa como esta.

Paré de pensar en ellos y empecé a buscar métodos de salir y lugares por donde podría. Pero todo el tiempo que había estado haciendo esto no sirvió para nada, hasta que un rayo de luz entró por la pared. Fui a ver qué era. Era una grieta que estaba en la pared.


Alguien entraba en ese momento. Era William. Me escondí. Él se preguntaba por qué estarían encendidas las luces. Encontré un palo, me dispuse a asestarle un golpe en la cabeza… y lo conseguí.

-¿Por qué me habéis secuestrado y por qué me habéis espiado?

-Mira, yo soy un agente secreto y estoy de incógnito en esta organización cuyo nombre no sé. Me metí en esto porque tienes en tu poder un arma muy letal.

-¿Ah sí? Y cuál es esa “arma”.

-Tu inteligencia en la física y química, pueden hacer grandes maldades con ella.

-Pero solo yo puedo saber lo que pienso, ¿no?

-Sí pero ellos tienen un aparato especial para poder leer mentes y mucho más…

-¿Y qué quieren hacer con mi inteligencia?

-Pues ahora mismo no sé, pero cuando lo sepa… te dejaré escapar y al fin podremos encerrar a toda esta gentuza.


Me quedé sorprendida de todo lo que había dicho y por su belleza…

Jose Luis Jarillo López


CAPÍTULO 8 (opción B)

Crece la incertidumbre

Entonces, William salió de la habitación.
Yo continué observando las fotografías de la sala y, después de haber observado todas detenidamente, me di cuenta de que estaba absolutamente todo lo que yo había hecho en este último año. Examiné un poco mejor la salita y vi que en ella había un portátil, pero cuando me dispuse a encenderlo escuché los pasos de los secuestradores. Rápidamente  apagué la luz, salí de la pequeña sala, coloqué el cristal y me acerqué a la puerta por la que había salido antes William, desde donde pude escuchar una conversación de mis secuestradores:


-¡¿Dónde está la chica?! -preguntó el jefe.

-Dentro de la habitación –respondió William–. Está durmiendo.

-¡Bien! Todo marcha según lo previsto y mañana podremos probar la máquina con ella.

-¿Tan pronto? –preguntó Tim.

-¡Pues claro! ¡Se trata de hacerlo lo más rápido posible, imbécil!

-Lo siento jefe.

-Da igual Tim, ahora quiero entrar a hacerle unas preguntas a la chica.

Al oír estas palabras me di cuenta de que lo que fuera que quisieran hacer conmigo lo iban a hacer mañana, así que tenía que pensar en la forma de escapar y pronto. Entre tanto pensamiento oí los pasos del jefe y rápidamente me tumbé en medio de la habitación y me hice la dormida.


Jorge Repetto

***

Capítulo 9 (Opción B)

Él es mi única esperanza

Intenté que no sucediera, pero todo el sueño que había acumulado durante estos días hizo que me durmiera sin quererlo. 
Me desperté creyendo que todo había sido nada más que un mal sueño, una espantosa pesadilla de la que había logrado salir, pero por desgracia no fue así. 



Tenía una bolsa de tela que me cubría la cabeza y no estaba tumbada en el suelo donde me quedé dormida sino que me encontraba en una silla con las manos y los pies atados con una cuerda. También se oían voces, aunque no podía entender nada de lo que decían y olía muy bien (probablemente habían preparado algo de comer antes de que yo llegara).

Estaba segura de que era otra habitación completamente diferente y tenía razón, ya que pude comprobarlo cuando me quitaron la bolsa de la cabeza. Sin embargo se me escapó un detalle: ya no estaba a oscuras como hasta ahora, ni tampoco ocultaron su rostro con ningún tipo de capucha, cosa que me extrañó aún más.

-Hola Rebecca –me dijo el jefe.

-¡¿Dónde estoy y por qué me habéis secuestrado?! –grité desesperada esperando obtener una respuesta.

-Shhhh, cálmate –me dijo William, que también se encontraba en la sala.

-¡¡Socorro!! –volví a gritar con todas mis fuerzas.

-No lo intentes. Aquí no hay nadie que te vaya a ayudar –continuaba diciendo el jefe–. Yo solo te quiero hacer unas preguntas.

-¿Quién eres?

-Primero pregunto yo y tú respondes, pero antes te voy a explicar de qué va la cosa. Esto es una organización en la que vamos a hacer el mayor invento de la historia y queremos que tú nos ayudes. Si la operación tiene éxito, podrás regresar con tu familia, pero si no es así, todos moriremos.

-¿Por qué moriremos si no se realiza de la forma esperada? ¿Se trata de un explosivo o algo por el estilo?

-No. Se trata de un acelerador de partículas, pero con otra finalidad distinta a la que suele tener uno normal y la cual no te podemos decir aún, ya que te opondrías a colaborar con nosotros.

-¿Y qué pasa si no quiero ayudaros?

-Que nos veremos obligados a utilizar un método que nadie, ni tú ni yo queremos, así que más te vale cooperar con los demás científicos que hemos puesto a tu disposición para facilitar el trabajo y obedecer.

-De acuerdo, yo sólo quiero regresar con mi familia –dije más tranquila.

-Así me gusta. William, llévala a su cuarto para que descanse. Mañana debe estar lista para comenzar. Hasta mañana, Rebecca.

-Adiós –dije con desgana.

Mientras William me llevaba a mi cuarto me tranquilizó y me explicó lo que tenía que hacer. Él estaba dispuesto a hacer lo que fuera para que estuviera a salvo y yo estaba segurísima de que él pertenecía a mi bando y de que tarde o temprano lograríamos escapar los dos juntos de aquel lugar.


¿Era esto cierto o no era más que un engaño?

Raquel Moreno Perona 

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